Al recorrer el país entero durante un viaje de cacería, un hombre bien vestido de Estocolmo apunta y le dispara a un pato que va volando, pero el ave cae dentro del corral de un granjero, quien la reclama como suya.
—Es mi pato —insiste el citadino.
Como ninguno de los dos cede, el granjero sugiere resolver las cosas a la antigua usanza:
—Con una patada pueblerina.
—¿Una qué?
—Yo lo pateo tan fuerte como pueda en la entrepierna, y luego usted hace lo mismo conmigo. El que grite menos tiene derecho a quedarse con el ave.
El hombre de Estocolmo acepta. El granjero toma vuelo y suelta un golpe demoledor en las partes blandas del hombre, quien aúlla de dolor y cae al suelo. Cuando logra levantarse, dice jadeando:
—Bien, ahora es mi turno.
—Olvídelo —dice el granjero—. Se puede usted quedar con el pato.
En pleno otoño, los indios de una reservación muy lejana le preguntan a su nuevo jefe si el próximo invierno será frío o templado. Ya que el jefe pertenece a una generación moderna y jamás aprendió los viejos secretos de sus ancestros, mira al cielo y no puede predecir qué va a suceder con el clima. Aun así, les advierte que recojan leña. Como es un hombre práctico, poco tiempo después llama por teléfono al Servicio Meteorológico Nacional.
—¿El próximo invierno será muy frío? —pregunta.
—Es probable —le contestan.
El jefe vuelve con su pueblo y les dice que se pongan a juntar más leña.
Una semana después, llama de nuevo por teléfono.
—¿Será un invierno muy frío? —vuelve a preguntar.
—Sí, será un invierno muy frío —le responden.
El jefe vuelve a ordenar a su gente recolectar toda la leña que puedan.
Dos semanas más tarde, el jefe hace otra llamada telefónica:
—¿Están seguros de que el próximo invierno será muy frío?
—Completamente —le contestan—. Va a ser uno de los inviernos más fríos que se hayan conocido.
—¿Y cómo están tan seguros? —indaga el jefe.
—¡Porque los indios están juntando leña como locos!
Un sacerdote, un ministro y un rabino quieren saber quién de ellos es mejor en su trabajo. Se internan en el bosque, encuentran un oso e intentan convertirlo. Más tarde se reúnen los tres.
—Cuando encontré al oso —dice el sacerdote— le leí el catecismo y lo rocié con agua bendita. La próxima semana hará su Primera Comunión.
—Yo encontré a un oso —cuenta el ministro—, y le prediqué la palabra de Dios. El oso quedó tan sorprendido que me dejó bautizarlo.
Ambos voltean a ver al rabino, quien yace en una camilla rodante, con todo el cuerpo enyesado.
—Pensándolo bien —exclama el religioso—, quizá no debí haber comenzado con la circuncisión.
Una pareja de ancianos va a un restaurante de comida rápida, donde con cuidado divide en dos la hamburguesa y las papas fritas. Un camionero siente pena por ellos y se ofrece a comprarle a la esposa su propia comida.
—No se preocupe —dice el anciano—, nosotros compartimos todo.
Unos minutos después, el camionero se da cuenta de que la esposa no ha probado bocado.
—De verdad no me importa comprarle su propia comida —insiste.
—No se preocupe, ella comerá su parte —le asegura el anciano—. Lo compartimos todo.
Poco convencido, el camionero le pregunta a la esposa:
—¿Por qué no come?
—¡Porque estoy esperando a que mi esposo me preste la dentadura!
Un hombre entra a un bar y ordena un scotch, minutos después otro. El barman observa que el hombre a la vez que bebe, introduce su mano en el bolsillo y saca algo, lo ve, y lo vuelve a ocultar. Su curiosidad no puede más y se le acerca al hombre y le pregunta:
- ¿Qué es lo que sacas del bolsillo y ves con tanta insistencia?
- Es una foto de mi suegra. Cuando ella se empieza a ver agradable, es hora de parar de beber.
Un borracho muy borracho llega a su casa. Con gran dificultad consigue sacar su llave y dice:
- Eshta esh mi llave y eshta esh mi puerta.
Tambaleándose entra en la casa, y dice...
- Eshta esh mi casha, eshte esh mi pashillo, eshta esh la puerta de mi habitasión.
Entra en la habitación, y sigue palpando:
- Eshta esh mi cama, eshta esh mi mujer, y eshte tipo que eshta durmiendo en la cama shoy yo.
- ¿Por qué llorás?
- Es que vengo a un examen de sangre.
- ¿Y te da miedo?
- Sí, porque mi hermano me dijo que te pinchan la punta de un dedo con una aguja.
Al oir esto, el otro se pone a llorar. El otro dice:
- Ah, ¿también venís a un examen de sangre?
- No, -contesta el otro entre lágrimas, -vengo a un examen de orina...
Está el doctor en su consultorio cuando de repente entra la asistente y le dice:
- Doctor, doctor, el paciente que usted acaba de dar de alta, cayó muerto al frente de la clínica.
Y pregunta el doctor:
- ¿Y cayó con la frente para la calle?
- Sí.
- ¡Pues vaya y delo vuelta para que crean que iba entrando!
Una vez en el hospital un señor esperaba que saliera el doctor para saber como estaba su esposa.
Al rato, salió y le dijo que estaba muy grave la señora, y que le iba a tener que dar de comer en la boca porque no podía mover las manos, la tendría que llevar al baño, la tendría que cambiar de ropa, bañarla, etc.
El marido se puso a llorar y el doctor agregó:
- ¡Estaba bromeando hombre! Si ya se murió!
Llama un loco al manicomio y pregunta a la recepcionista:
- ¿Hay alguien en la habitación 207?
A lo que, luego de consultar con los cuidadores para chequear la ausencia de inquilinos en esa habitación, le contesta:
- No, no hay nadie ahí.
El loco responde:
- Ah, que bien! ¡Entonces me escapé!!!
Einstein muere y se va al cielo. Ahí le recibe San Pedro, que le dice:
- "Te pareces a Einstein, pero no tienes ni idea de las trampas que hace la gente para poder ir al cielo. ¿Puedes probar quién eres realmente?
Einstein reflexiona unos segundos y pregunta:
- "¿Puedo conseguir una pizarra y una tiza?
San Pedro chaquea los dedos e instantaneamente aparecen una pizarra y tiza. Einstein empieza a describir con símbolos matemáticos complícadísimos su teoría de la relatividad. San Pedro queda totalmente impresionado.
- "¡Eres realmente Einstein!, ¡bienvenido al cielo!
El siguiente en llegar es Picasso. Una vez más, San Pedro pide las credenciales. Picasso pregunta:
- "Te importa si uso esa pizatta y esa tiza?
- "Adelante", le responde San Pedro
Picaso borra las ecuaciones de Einstien y esboza un despanpanante mural con unos cuantos trazos rápidos de tiza. San Pedro aplaude:
- "Estoy seguro de que eres el gran artista que dices ser. ¡Pa'dentro!"
Entonces, San Pedro levanta la vista y ve a George W. Bush. Se rasca la cabeza y dice:
- "Einstein y Picasso tuvieron que probar su identidad. ¿Cómo probarías la tuya?
George W. queda algo desconcertado y dice:
- "¿Quiénes son Einstein y Picasso?"
San Pedro suspira y dice:
- "¡Bienvenido, George!"
- "¡Eres realmente Einstein!, ¡bienvenido al cielo!
El siguiente en llegar es Picasso. Una vez más, San Pedro pide las credenciales. Picasso pregunta:
- "Te importa si uso esa pizatta y esa tiza?
- "Adelante", le responde San Pedro
Picaso borra las ecuaciones de Einstien y esboza un despanpanante mural con unos cuantos trazos rápidos de tiza. San Pedro aplaude:
- "Estoy seguro de que eres el gran artista que dices ser. ¡Pa'dentro!"
Entonces, San Pedro levanta la vista y ve a George W. Bush. Se rasca la cabeza y dice:
- "Einstein y Picasso tuvieron que probar su identidad. ¿Cómo probarías la tuya?
George W. queda algo desconcertado y dice:
- "¿Quiénes son Einstein y Picasso?"
San Pedro suspira y dice:
- "¡Bienvenido, George!"
Un hombre que iba manejando su automovil, llega hasta las puertas del congreso y se estaciona. El policia de transito llega inmediatamente y le dice:
- Oiga, no estacione su carro ahi que van a salir los diputados.
El hombre dice tranquilamente:
- No se preocupes, mi auto tiene alarma.
En una feria, un hombre se topa con la tienda de campaña de una adivina. Pensando en pasar un buen rato, entra en ella y se sienta.
—Puedo ver que es padre de dos —dice la vidente, mirando su bola de cristal.
—¡Ajá! Eso es lo que usted cree
—dice el hombre con desdén—. Soy padre de tres.
—¡Ajá! —dice la adivina—. Eso es lo que usted cree.
Cansada de esperar al final de la fila para entrar al Arca de Noé, una pulga brinca de animal en animal para acercarse al frente. Finalmente aterriza en el lomo de un elefante.
—¡Lo sabía! —le dice el paquidermo, irritado, a su pareja—. ¡Ya empezaron con los empujones!
Al salir de la corte, un abogado se vuelve hacia su cliente, que tiene un gesto sombrío, y le dice:
—¿Por qué pones esa cara, Zoran? ¡Te declararon inocente!
—Lo sé, pero ahora realmente estoy en problemas —responde Zoran—. ¡Acabo de ofrecer mi departamento en renta por tres años!
Un mendigo se acerca a una ancianita en la playa.
—Por favor, señora —suplica—, no he comido nada en 24 horas.
—Qué bien —dice la abuela—, así no tendrás que preocuparte por sufrir calambres si te metes a nadar.
José, Miguel, María y Tomás hablan sobre los empleos de sus sueños.
—Me gustaría ser abogado —dice José—, para así poder defender a mis compatriotas.
—Me gustaría estar en el congreso —dice Miguel—, para proponer leyes que beneficien a mis compatriotas.
—Yo quiero ser doctora —dice María—, para poder atender a mis compatriotas.
—Y tú, Tomás, ¿qué te gustaría ser? —preguntá José.
—¡Yo quiero ser compatriota!
El médico le pregunta a su paciente:
—¿Ha seguido mi consejo de dormir con la ventana abierta?
—Sí —.
—Entonces, ¿ha desaparecido por completo el asma?
—No —dice el paciente—. Pero sí han desaparecido mi reloj, la televisión, el reproductor de música y la computadora portátil.
Una mujer frota una lámpara y aparece un genio.
—Eres una buena mujer, así que te concederé un deseo —dice el genio.
—¿Ves ese ga-to? Es la única compañía que tengo, pero me gustaría tener a un hombre guapo y fuerte a mi lado—dice la mujer.
El genio acepta y, ¡puf!, el gato se convierte en un hombre parecido a Brad Pitt, con los músculos abdominales marcados. La mujer salta a su regazo y lo cubre de besos.
—¿Tienes algo que decir antes de que hagamos el amor? —le pregunta.
—Sí —responde el hombre—, apuesto a que desearías no haberme castrado la semana pasada.
En un largo viaje en avión, a una joven actriz le toca sentarse junto a un abogado. Ella ansía tener un sueño reparador, pero el abogado la despierta constantemente.
—Juguemos a hacer preguntas y respuestas —sugiere el abogado.
La estrella lo ignora.
—Lo haremos interesante —dice el hom-bre—. Si contesto mal, le pagaré 50 dólares. Si usted contesta mal, me dará 5.
La actriz acepta, y el abogado empieza.
—¿Cuál es la distancia entre la Tierra y la Luna?
La estrella le entrega un billete de 5 dólares. Ahora es su turno:
—¿Qué sube a una montaña en tres pies y baja en cuatro?
El abogado se queda estupefacto. Busca desesperadamente en Internet, hojea su enciclopedia de bolsillo y les envía mensajes a todos los científicos que encuentra en su agenda electrónica. No tiene suerte. Horas después, despierta a la actriz, le entrega 50 dólares y exclama:
—Bueno, ¡dígame qué es!
Sin decir una palabra, la joven estrella deposita 5 dólares en la mano del abogado y se vuelve a dormir.
Un hombre llama por teléfono a un popular conductor de radio y le dice:
—Acabo de encontrar una billetera con 100.000 dolares dentro. Tiene el nombre y dirección de alguien llamado Jan Ziegler, que vive en la Calle Seifert número 3, en Praga.
—¿Y? —pregunta el conductor— ¿Qué quiere que hagamos?
—¿Sería tan amable de dedicarle una canción a este hombre?
Tras una persecución a alta velocidad, a Vlad lo detiene un oficial de policía.
—¡Ésta es la mayor diversión que he tenido en todo el día! —exclama el oficial—. Si me da una buena excusa, no le daré una multa.
—Hace tres semanas —le explica Vlad—, mi esposa me dejó por un policía. Así que cuando vi que usted se acercaba en su auto, ¡creí que trataba de devolvérmela!
Una vecina encuentra a un niñito sentado en las escaleras, llorando.
—¿Qué sucede? —le pregunta la mujer al pequeño.
—Es que mi padre —responde el niño entre sollozos— se golpeó el dedo con un martillo.
—Entonces, ¿por qué lloras tú?
—¡Porque primero me puse a reir.
La esposa le pregunta a su esposo:
—¿Te fijaste, cariño? Compré un nuevo cepillo para el inodoro.
—Sí —responde el hombre, — pero me sigue gustando más el papel.
Saludos.
- Oiga, no estacione su carro ahi que van a salir los diputados.
El hombre dice tranquilamente:
- No se preocupes, mi auto tiene alarma.
En una feria, un hombre se topa con la tienda de campaña de una adivina. Pensando en pasar un buen rato, entra en ella y se sienta.
—Puedo ver que es padre de dos —dice la vidente, mirando su bola de cristal.
—¡Ajá! Eso es lo que usted cree
—dice el hombre con desdén—. Soy padre de tres.
—¡Ajá! —dice la adivina—. Eso es lo que usted cree.
Cansada de esperar al final de la fila para entrar al Arca de Noé, una pulga brinca de animal en animal para acercarse al frente. Finalmente aterriza en el lomo de un elefante.
—¡Lo sabía! —le dice el paquidermo, irritado, a su pareja—. ¡Ya empezaron con los empujones!
Al salir de la corte, un abogado se vuelve hacia su cliente, que tiene un gesto sombrío, y le dice:
—¿Por qué pones esa cara, Zoran? ¡Te declararon inocente!
—Lo sé, pero ahora realmente estoy en problemas —responde Zoran—. ¡Acabo de ofrecer mi departamento en renta por tres años!
Un mendigo se acerca a una ancianita en la playa.
—Por favor, señora —suplica—, no he comido nada en 24 horas.
—Qué bien —dice la abuela—, así no tendrás que preocuparte por sufrir calambres si te metes a nadar.
José, Miguel, María y Tomás hablan sobre los empleos de sus sueños.
—Me gustaría ser abogado —dice José—, para así poder defender a mis compatriotas.
—Me gustaría estar en el congreso —dice Miguel—, para proponer leyes que beneficien a mis compatriotas.
—Yo quiero ser doctora —dice María—, para poder atender a mis compatriotas.
—Y tú, Tomás, ¿qué te gustaría ser? —preguntá José.
—¡Yo quiero ser compatriota!
El médico le pregunta a su paciente:
—¿Ha seguido mi consejo de dormir con la ventana abierta?
—Sí —.
—Entonces, ¿ha desaparecido por completo el asma?
—No —dice el paciente—. Pero sí han desaparecido mi reloj, la televisión, el reproductor de música y la computadora portátil.
Una mujer frota una lámpara y aparece un genio.
—Eres una buena mujer, así que te concederé un deseo —dice el genio.
—¿Ves ese ga-to? Es la única compañía que tengo, pero me gustaría tener a un hombre guapo y fuerte a mi lado—dice la mujer.
El genio acepta y, ¡puf!, el gato se convierte en un hombre parecido a Brad Pitt, con los músculos abdominales marcados. La mujer salta a su regazo y lo cubre de besos.
—¿Tienes algo que decir antes de que hagamos el amor? —le pregunta.
—Sí —responde el hombre—, apuesto a que desearías no haberme castrado la semana pasada.
En un largo viaje en avión, a una joven actriz le toca sentarse junto a un abogado. Ella ansía tener un sueño reparador, pero el abogado la despierta constantemente.
—Juguemos a hacer preguntas y respuestas —sugiere el abogado.
La estrella lo ignora.
—Lo haremos interesante —dice el hom-bre—. Si contesto mal, le pagaré 50 dólares. Si usted contesta mal, me dará 5.
La actriz acepta, y el abogado empieza.
—¿Cuál es la distancia entre la Tierra y la Luna?
La estrella le entrega un billete de 5 dólares. Ahora es su turno:
—¿Qué sube a una montaña en tres pies y baja en cuatro?
El abogado se queda estupefacto. Busca desesperadamente en Internet, hojea su enciclopedia de bolsillo y les envía mensajes a todos los científicos que encuentra en su agenda electrónica. No tiene suerte. Horas después, despierta a la actriz, le entrega 50 dólares y exclama:
—Bueno, ¡dígame qué es!
Sin decir una palabra, la joven estrella deposita 5 dólares en la mano del abogado y se vuelve a dormir.
Un hombre llama por teléfono a un popular conductor de radio y le dice:
—Acabo de encontrar una billetera con 100.000 dolares dentro. Tiene el nombre y dirección de alguien llamado Jan Ziegler, que vive en la Calle Seifert número 3, en Praga.
—¿Y? —pregunta el conductor— ¿Qué quiere que hagamos?
—¿Sería tan amable de dedicarle una canción a este hombre?
Tras una persecución a alta velocidad, a Vlad lo detiene un oficial de policía.
—¡Ésta es la mayor diversión que he tenido en todo el día! —exclama el oficial—. Si me da una buena excusa, no le daré una multa.
—Hace tres semanas —le explica Vlad—, mi esposa me dejó por un policía. Así que cuando vi que usted se acercaba en su auto, ¡creí que trataba de devolvérmela!
Una vecina encuentra a un niñito sentado en las escaleras, llorando.
—¿Qué sucede? —le pregunta la mujer al pequeño.
—Es que mi padre —responde el niño entre sollozos— se golpeó el dedo con un martillo.
—Entonces, ¿por qué lloras tú?
—¡Porque primero me puse a reir.
La esposa le pregunta a su esposo:
—¿Te fijaste, cariño? Compré un nuevo cepillo para el inodoro.
—Sí —responde el hombre, — pero me sigue gustando más el papel.
Saludos.
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